Un país injusto manejado por una oligarquía
Daniel Samper Pizano
CAMBALACHE
Club Colombia (7 de diciembre de 2005)
Confirmado: un país injusto manejado por una oligarquía
Tengo por saludable leer ocasionalmente periódicos populares, de esos cuyas noticias son tan sensacionalistas que no se enfrían sino que se coagulan, pues allí veo a los colombianos pobres, que suelen estar ausentes en muchas de las demás publicaciones.
En esas páginas salen sus dramas y se ofrece una medida humana del país que realmente somos: los padres que abandonan a su hijo recién nacido al pie de un cajero automático para que lo recoja una persona pudiente… El muchacho que compra con sus ahorros un cuchillo en Unicentro y enseguida se suicida con él… Las casas nuevas para desplazados en Medellín, calificadas de “indignas” por la Personería… Las miles de familias que viven sin comida y entre charcos en Cartagena, mientras la alcaldía desaprovecha subsidios por 18.500 millones de pesos… Los indígenas hermanos asesinados en Ginebra (Valle)… Los bogotanos del sur que perdieron en una creciente del río Tunjuelito lo poco que tenían...
Esa Colombia que lucha por subsistir en medio de la más degradante miseria afecta a la mayoría del país. En los últimos días algunos estudios y foros ofrecieron una radiografía estadística de aquella realidad que los periódicos populares cuentan en carne viva. Los pobres pagan más por los servicios públicos, consumen cada vez menos y son cada vez más pobres. Según Planeación Nacional, el 52,6 por ciento de la población nacional vive en circunstancias marginales.
Alega el Gobierno que ha bajado el desempleo, y es verdad. Pero los puestos que se ofrecen sueles ser precarios y a veces en condiciones de franca explotación.
Así lo quiso la Ley 50 de 1990, gentil regalo para los empresarios. El 43 por ciento de los ocupados percibe menos que el salario mínimo, y el 60 por ciento de los trabajadores urbanos se desempeña en el incierto sector informal. En el campo –donde abundan la violencia y la ruina por la competencia de importaciones subsidiadas– la situación es más grave: en cinco años, la pobreza subió del 66 al 69 y la indigencia del 25 al 28.
El crecimiento de los últimos tiempos beneficia casi exclusivamente al bolsillo de los ricos. Las clases medias y pobres aumentaron del 65 al 70 por ciento.
El índice que mide el abismo social entre los que tienen y los que no tienen sitúa a Colombia en los últimos lugares mundiales. Las raíces de la injusticia social colombiana son seculares, pero el modelo alcanzó su apogeo con el esquema neoliberal aplicado a partir de 1970. El profesor de la U.N. Jairo Estrada lo califica de “debacle económica y social”. Fue cuando retrocedimos hasta la retaguardia de América Latina. Como el actual gobierno aplica la misma fórmula, con apenas leves retoques, la aplanadora seguirá su marcha. Y como la economía se deteriorará en el 2006 y el TLC espera agazapado, asoman tiempos peores.
Nada de ello es nuevo. Todos sabemos que este no es un país sino un club manejado por un puñado de familias y una oligarquía cada vez más rica. Lo peor es que los herederos empiezan a pedir turno. El joven Santiago Pastrana, hijo de Andrés y nieto de Misael, dice que quiere ser presidente. Parece un chiste. Pero cuando lo dijo Andrés, hace años, también parecía un chiste. Y se volvió realidad, como ocurre con los peores chistes en este club. Qué historia la nuestra. Qué futuro nos aguarda.
ESQUIRLAS— 1) Buena noticia el relanzamiento del tertuliadero cultural y chismódromo político de la librería cartagenera El Ábaco. 2) La justicia futbolística cojeó, pero llegó: Santa Fe vuelve a la Copa Libertadores tras 26 años de ausencia. 3) La U.N., a tono con los atropellos ecológicos en boga, desmantela su prestigioso Instituto de Estudios Ambientales.
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