viernes, junio 03, 2005

Johann Sebastian Bach (1685-1750): El niño que nunca se desanimaba

El niño se deslizó escaleras abajo. Su corazón palpitaba con fuerza. Pasó de puntillas por delante de la pieza de su hermano mayor y llegó al saloncito de música. Allí, detrás de una reja de hierro, estaba el libro de música que su hermano le había prohibido tocar. El niño se acercó, tiró con fuerza del libro y lo hizo pasar a través de la reja.

Con el libro debajo del brazo, el niño volvió a subir la escalera y se metió en su cuarto. Abrió el libro por la primera página y empezó a copiar aquella música sin otra luz que la de la luna. No se atrevía a encender una vela. Temía que su hermano se despertara y viera brillar luz en su cuarto.

Y mientras escribía las notas de la música de su hermano pensaba: “Pronto tendré música escrita por mí. Una música que será sólo mía: de Johann Sebastián Bach”.

El libro de música del mayor de los Bach estaba escrito a mano, como entonces se hacía siempre. Era un libro precioso, pero Johann lo manejaba con el mayor cuidado, devolviéndolo al saloncito de música antes de que lo rindiera el sueño.

Durante seis largos meses, en todas las noches de luna, Johann copió cuidadosamente la música del libro de su hermano, pasándolo a las hojas pautadas que guardaba como el más preciado tesoro. Pero al fin, cierta noche, lo rindió el sueño de tal modo que se quedó dormido sin volver el libro a su sitio. A la mañana siguiente su hermano, echándolo de menos, se dirigió al cuarto del pequeño y comprendió lo sucedido. Se enojó tanto que encerró todos sus libros de música.

El niño sintió la más profunda amargura. Se entristeció, pero no llegó a desanimarse. Nada podía hacer desistir de su vocación a un muchacho que amaba tanto la música como Johann Sebastián Bach. En su familia todos habían sido músicos por espacio de dos siglos antes de que él naciera. En algunas ciudades de Alemania las gentes llamaban a los músicos “Bachs”. Así una madre, en vez de decir “Creo que mi hijo será un buen músico” solía exclamar: “Creo que mi hijo será un buen Bach”.

Los padres de Johann habían muerto cuando el niño contaba apenas diez años. Por eso el pequeño Bach se veía obligado a vivir con su hermano mayor. Al cumplir Johann quince años, su hermano le dijo que no podía mantenerlo ni cobijarlo en su casa por más tiempo. Y añadió con acritud: “Ya eres bastante mayor para aprender a ganarte la vida”.

En aquel tiempo (a finales del siglo XVII) había muchos niños de familia pobre que ya trabajaban como carpinteros, molineros o en otros oficios. Johann no había aprendido oficio alguno y esto era grave, pero una vez más el pequeño enamorado de la música no se descorazonó. Emprendió un largo viaje hacia la ciudad de Luneburgo (en Alemania) donde había oído decir que se pagaba a los chicos por cantar en la iglesia. Aunque la ciudad estaba lejos y tuvo que hacer a pie la mayor parte del camino, una vez llegó a su destino vio recompensado su esfuerzo con un puesto en el coro.

Este niño que nunca se desanimaba llegó a ser un gran compositor. Su carrera como músico fue brillante. A los 22 años ya era organista de la corte del rey.

Escribió cientos de obras musicales muy hermosas. Algunas de ellas las creó especialmente para interpretarlas en los palacios de los príncipes, y para que las cantaran en las grandes catedrales.

Pero muchas otras piezas, deliciosas también, las escribió solamente para su mujer y sus hijos, a los que adoraba. Por ejemplo, le dedicó a su esposa un “minuetto” muy alegre. (El “minuetto” era la danza favorita de aquella época.)

Bach se sentía muy cerca de Dios. Por eso escribió muchas obras de música religiosa, como la “Pasión según San Mateo” y la “Misa en Si menor”.

Su instrumento favorito fue el órgano. Bach fue uno de los mejores organistas de su época y escribió obras bellísimas para interpretar en ese instrumento. Son muy impresionantes sus “Fugas” para órgano, en las que oímos muchas voces que cantan distinto a un mismo tiempo (contrapunto).

¿Has oído alguna vez Bach? Óyelo hoy mismo, si puedes. Así comprenderás por qué los buenos músicos (incluidos los de rock) se “ponen en orbita” cuando lo oyen.

Bach vive todavía…en su música emocionante.