lunes, junio 13, 2005

Fryderyk Chopin (1810-1849): El músico que nos hace llorar

¿Sabe usted lo que es una mazurca? Algo así como un bambuco, pero de Polonia. Una música popular alegre y brillante. Una mazurca es lo que estaba tocando Papá Chopin en su flauta aquella noche.

Federico, que tenía unos dos años, lo escuchaba con lA cabeza inclinada. De pronto, Asomaron a sus ojos dos lágrimas redonditas. Papá Chopin no se daba cuenta. LA música de la flauta se elevaba, danzaba como una campesina en día de fiesta, trinaba como un pajarito enamorado. Federico tembló… y arranco a llorar violentamente.

Sus padres pensaron que la música lo asustaba.

- Es mejor que no sigas tocando – dijo la mamá-. Espera a que Federico se acueste.

Arriba, en su pieza, Federico escuchaba…y lloraba. Pero no era de miedo, sino de gozo. Federico sentía tanto la música que tenía que llorar. Era tAn pequeño que no encontraba palabras para expresar sus sentimientos.

Lo que más le gustaba a Federico eran los acordes del piano. Un día, cuando no había nadie en casa, se acercó y tocó una tecla. Después otra, y después otra. Poco a poco las notas se elevaron y formaron una melodía delicada. Esto era algo maravilloso para el niño, que no sabía aún el tesoro que llevaba dentro.

La mamá llegó a la casa en ese momento. Se quedó inmóvil, escuchando, junto a la puerta. Y entonces comprendió –llorando ella también- por qué la música hacia llorar a su hijo Federico.

Papá y mamá Chopin no eran ricos. Sin embargo, decidieron darle a Federico una educación “de rico”, lo mejor de lo mejor. Aunque tuvieran que quedarse sin lujos y comer menos, y vestir peor. Primero lo pusieron a estudiar piano con su hermana, que era una pianista excelente. Y cuando Federico a los 6 Años, ya había aprendido mucho de ella, le buscaron el mejor profesor de Polonia entera. Y el libro de ejercicios que ese profesor escogió para Federico era también el mejor libro que se podía encontrar. Lo había escrito, muchos años antes, Johann Sebastián Bach.

A los 8 años ya dio un concierto público. Vestía una chaqueta de terciopelo con un gran cuello (del que estaba muy orgulloso). Lo aplaudieron muchísimo al terminar su concierto. “¿qué te ha gustado más?”, le preguntó su mamá al volver a casa. Y Federico le contestó, emocionado: “El cuello, mami, el cuello”.

Federico fue siempre un enamorado de Polonia, su patria. En su casa se oía siempre música popular de Polonia. Sus padres le contaban la historia de su país. Polonia había sido en otro tiempo una nación fuerte, y libre. Pero Ahora estaba ocupada y dominada por Rusia. Los polacos recordaban los buenos tiempos y- cantando las canciones de la tierra- soñaban con el día en que serían libres otra vez.

El amor por Polonia entró en la música de Chopin desde muy pronto. El tuvo que vivir la mayor parte de su vida en Francia, desterrado, pero su alma estuvo siempre en Polonia. Eso se nota hasta en los títulos de sus mejores obras, que se llaman “Polonesas” y “Mazurcas”. En ellas canta y baila el alma de Polonia.
Federico Chopin adoraba el piano. Era el instrumento en que mejor podía expresar sus sentimientos. Por eso todas sus obras están escritas para piano. Chopin es el mejor compositor de piano que ha habido. El mejor de todos los países, de todos los tiempos.

Beethoven y Schubert habían sido los primeros músicos románticos. Pero todavía eran algo clásicos. Chopin fue el primer músico completamente romántico. Las reglas de los clásicos ya no tenían ningún sentido para él (aunque admiraba A Bach y A Mozart). “Lo que yo quiero”, dijo una vez, “es crear poemas sonoros que tengan individualidad”.

Y eso es exactamente lo que él hizo. Compuso obras que sólo podía haber escrito él, el individuo Federico Chopin.

Su música es rica, tierna, fresca, enérgica, alegre, melancólica. Es música para expresar sentimientos (también por eso es romántica).

No hay complicaciones, ni adornos. Nada sobra. Chopin es “el músico más puro que ha existido”. Un corazón que nos habla por medio de un piano.

Y nos habla en un lenguaje muy hermoso, que todos podemos comprender. Óigalo pronto. Quizá también a usted se le vendrán dos lágrimas a los ojos, igual que le ocurrió – hace muchos años- a aquel niñito que oyó tocar una Mazurca.